¿PORQUÉ ENSEÑAMOS LA HISTORIA DEL HOLOCAUSTO?
Puesto que el objetivo de enseñar cualquier sujeto es activar la curiosidad intelectual del alumno para inspirar un pensamiento crítico y un crecimiento personal, es de aconsejar que se estructure el plan de clase considerando profundamente algunas cuestiones de propósito. Antes de decidir qué y cómo se enseña recomendamos que se considere lo siguiente:
Entre las diversas razones ofrecidas por los educadores que han incorporado un estudio del Holocausto en sus varios cursos y disciplinas están los siguientes:
- El Holocausto fue un punto decisivo, no sólo del siglo XX sino de la historia de la humanidad por entero. Fue un intento sin precedente de asesinar un pueblo entero y de extinguir su cultura.
- Un estudio del Holocausto ayuda a los alumnos a pensar sobre el uso y el abuso del poder y el papel y las responsabilidades que tienen los individuos, las organizaciones y las naciones al enfrentarse con violaciones de derechos civiles y/o políticas genocidas.
- Estudiar el Holocausto ayuda a los alumnos a desarrollar un entendimiento de las ramificaciones del prejuicio, el racismo y los estereotipos de una sociedad. Ayuda a los alumnos a desarrollar una conciencia del valor del pluralismo y les anima a la tolerancia en una sociedad diversificada y plural.
- La historia del Holocausto demuestra como una nación moderna puede utilizar su experiencia tecnológica y su infraestructura burocrática para ejecutar prácticas destructivas que abarcan desde la ingeniería social hasta el genocidio.
- El Holocausto provee un contexto para explorar los peligros del silencio, la apatía y la indiferencia frente a la opresión de otros.
- Al ganar conocimiento de los muchos factores históricos, sociales, religiosos, políticos y económicos que acumulativamente resultaron en el Holocausto, los alumnos ganan conciencia de la complejidad del tema y una perspectiva sobre cómo una convergencia de factores puede contribuir a la desintegración de los valores democráticos. Los alumnos llegan a entender que es la responsabilidad de los ciudadanos en una democracia aprender a identificar las señales de peligro y a saber cuándo reaccionar.
El Holocausto se ha hecho un tema central en la cultura de muchos países. Esto se refleja en como está representado en los medios de comunicación y en la cultura popular. La educación del Holocausto puede ofrecer a los alumnos un conocimiento histórico y aptitudes necesarias para comprender y evaluar estas manifestaciones culturales.
Fuente: Task Force for International Cooperation on Holocaust education remembrance and research
Durante el régimen de Adolf Hitler hubo una serie de
reglamentaciones que buscaron la “pureza racial”, y que fueron avaladas
por un sector amplio de la población alemana.
Ningún líder puede sostenerse como tal sin el apoyo de sus seguidores.
Sin sustento, se caería por su propio peso. Durante la Alemania nazi
hubo reglamentaciones y disposiciones legales de carácter racial y
antisemita que, por su publicidad, la sociedad no pudo desconocer:
fueron el preámbulo de la llamada “solución final”, cuyo objetivo último
fue el exterminio masivo de la población judía, y que se cobró la vida
de unos 6 millones de judíos, víctimas mayoritarias de un genocidio que
persiguió además a otros grupos.
Las leyes de Nuremberg,
sancionadas en 1935, reflejaban la ideología del nazismo a través de la
Ley de ciudadanía del Reich y la Ley para la Protección de la Sangre
Alemana y el Honor Alemán. De esta manera, se establecía a través de una
clasificación sanguínea quién era judío y quién no, en términos no
religiosos sino raciales, y los señalados como judíos perdían
automáticamente la ciudadanía del Reich. Se les prohibió contraer
matrimonio con alemanes “puros”, así como emplear en sus casas a
ciudadanos alemanes menores de 45 años e izar la bandera del Reich. Los
judíos vieron sus derechos avasallados, lo que también se extendió a
gitanos, negros, discapacitados y todo aquél considerado “inferior”. No
pudieron tener empresas, había restricciones para la permanencia en
espacios públicos y los médicos judíos sólo podían atender a judíos,
entre otras atroces medidas que los discriminaron abiertamente.
Pero
antes de esto, en 1933, se llevó adelante una primera acción contra los
judíos: el boicot a sus comercios. Los nazis llamaron a la población a
que no comprara en esos negocios, a los que identificaron con la
Estrella de David pintada o con frases como “No le compre a los judíos” o
“Los judíos son nuestra desgracia”. En este sentido, el sociólogo
Daniel Feierstein, autor del libro “Memorias y Representaciones”,
investigador del CONICET, director del Centro de Estudios sobre
Genocidio de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) y
vicepresidente de la International Association of Genocide Scholars,
explica: “El boicot no contó con una fuerte adhesión de la población. Al
contrario, se manifestaron bastantes actos de solidaridad y los ataques
debieron ser bastante organizados, no muy espontáneos, por parte del
partido nacional-socialista y sus fuerzas de choque, las SA”.
Para
Feierstein, hubo dos factores principales que actuaron para que una
parte de la sociedad alemana apoyara la segregación antisemita: el
terror sembrado por el nazismo y las ventajas que podrían sacar de la
aplicación de la legislación. El sociólogo asegura que esa instalación
del miedo comenzó a operar con el correr del gobierno de Hitler:
“1933-1935 se caracterizó por ser un fuerte período concentracionario.
Cerca de 100 mil alemanes, en su mayoría disidentes políticos, fueron
internados en campos de concentración, de los cuales el modelo fue
Dachau y no Auschwitz, creado sólo después de iniciada Segunda Guerra
Mundial. No fueron muchos los asesinatos en relación al número total de
detenciones, se calcula alrededor de 500 a 1.000 personas asesinadas
sobre un total de aproximadamente 100 mil detenidos, pero eso fue
suficiente para instalar el terror en la sociedad”, señala. Por esta
razón, dice, cuando se sancionaron las leyes antisemitas de 1935, “la
resistencia social a esas nuevas pautas fue casi inexistente”.
Sobre
las ventajas que podían obtenerse por el desplazamiento explícito de la
población judía, Feierstein sostiene que hubo muchos sectores sociales
que terminaron apoyando las leyes antisemitas para sacar rédito de esa
persecución: podrían ocupar sus puestos de trabajo, tanto en la esfera
pública como en la privada, comprar sus propiedades a un valor menor al
del mercado y explotar a la población amenazada aprovechándose de sus
necesidades, entre otras cosas. A través de distintas vías, el
antisemitismo fue calando hondo en la sociedad alemana, y fue notable la
influencia del aparato propagandístico de Hitler, a cargo de su mano
derecha, Joseph Goebbels.
Para el historiador estadounidense
Peter Fritzsche, en el libro “De alemanes a nazis”, la esfera pública
fue fundamental para que los alemanes se integraran a las actividades
nazis apoyando e incoporando, entonces, el antisemitismo. En su texto,
Fritzsche describe la aprobación por parte de la sociedad hacia la
discriminación a los judíos: “Miles y miles de berlineses marcharon
hasta el aeropuerto de Tempelhof el 1° de Mayo de 1933, más de un millón
de voluntarios participaron en la Winterhilfe, la campaña anual de
caridad del Reich, varios millones de jóvenes más fueron reclutados en
la Juventud Hitleriana, por lo menos ocho millones de alemanes se
enrolaron en ligas locales de defensa civil, y nada menos que el
sorprendente número de cincuenta y cuatro millones participó, sólo en el
año 1938, de algún tipo de actividad recreativa patrocinada por los
nazis”.
En medio del reclutamiento militar y civil del nazismo,
hubo algunos movimientos de resistencia dentro de Alemania, como el de
la “Rosa Blanca”, que se opusieron al régimen. “Rosa Blanca” era un
grupo de estudiantes encabezados por los hermanos Hans y Sophie Scholl,
que repartía folletos en los que manifestaba su repudio a Hitler y al
nacionalsocialismo. En el sitio del Museo de la Memoria del Holocausto
de Estados Unidos, explican: “La critica abierta del gobierno fue
suprimida por la Gestapo y el Servicio de Seguridad del partido nazi,
pero el gobierno de Hitler era popular con la mayoría de los alemanes”.
FUENTE: Diario Clarín, 7/11/2012