¿PORQUÉ ENSEÑAMOS LA HISTORIA DEL HOLOCAUSTO?

Puesto que el objetivo de enseñar cualquier sujeto es activar la curiosidad intelectual del alumno para inspirar un pensamiento crítico y un crecimiento personal, es de aconsejar que se estructure el plan de clase considerando profundamente algunas cuestiones de propósito. Antes de decidir qué y cómo se enseña recomendamos que se considere lo siguiente:
Entre las diversas razones ofrecidas por los educadores que han incorporado un estudio del Holocausto en sus varios cursos y disciplinas están los siguientes:

- El Holocausto fue un punto decisivo, no sólo del siglo XX sino de la historia de la humanidad por entero. Fue un intento sin precedente de asesinar un pueblo entero y de extinguir su cultura.

- Un estudio del Holocausto ayuda a los alumnos a pensar sobre el uso y el abuso del poder y el papel y las responsabilidades que tienen los individuos, las organizaciones y las naciones al enfrentarse con violaciones de derechos civiles y/o políticas genocidas.

- Estudiar el Holocausto ayuda a los alumnos a desarrollar un entendimiento de las ramificaciones del prejuicio, el racismo y los estereotipos de una sociedad. Ayuda a los alumnos a desarrollar una conciencia del valor del pluralismo y les anima a la tolerancia en una sociedad diversificada y plural.

- La historia del Holocausto demuestra como una nación moderna puede utilizar su experiencia tecnológica y su infraestructura burocrática para ejecutar prácticas destructivas que abarcan desde la ingeniería social hasta el genocidio.

- El Holocausto provee un contexto para explorar los peligros del silencio, la apatía y la indiferencia frente a la opresión de otros.

- Al ganar conocimiento de los muchos factores históricos, sociales, religiosos, políticos y económicos que acumulativamente resultaron en el Holocausto, los alumnos ganan conciencia de la complejidad del tema y una perspectiva sobre cómo una convergencia de factores puede contribuir a la desintegración de los valores democráticos. Los alumnos llegan a entender que es la responsabilidad de los ciudadanos en una democracia aprender a identificar las señales de peligro y a saber cuándo reaccionar.

El Holocausto se ha hecho un tema central en la cultura de muchos países. Esto se refleja en como está representado en los medios de comunicación y en la cultura popular. La educación del Holocausto puede ofrecer a los alumnos un conocimiento histórico y aptitudes necesarias para comprender y evaluar estas manifestaciones culturales.

Fuente: Task Force for International Cooperation on Holocaust education remembrance and research

lunes, 20 de mayo de 2013

Difunden fotos del enorme festejo nazi en el Luna Park

Trascendieron imágenes de un inédito encuentro en 1938. La historia. Galería de imágenes.

 

 El matutino español El Mundo publicó hace unos días una serie de fotos pocas veces divulgadas en nuestro país que muestran a miles de personas en el estadio Luna Park de Buenos Aires expresando su apoyo al III Reich de la Alemania Nazi. Era el 10 de abril de 1938 y se trataba de la demostración más grande que se realizó fuera de Europa en pro del nazismo, que se hallaba en plena efervescencia en Europa.
Las imágenes, según el diario cedidas por la administración del Luna Park, muestran a unos 15.000 argentinos nazis festejando el "Anschluss", es decir, la anexión de Austria por parte del régimen de Hitler. Ese mismo día, el líder nacionalsocialista ganaba con el 99% un plebiscito sobre su permanencia en el poder y la embajada alemana en Buenos Aires quiso festejarlo.
Mientras entonces algunos diarios hablaban con preocupación de las "las pretensiones alemanas de extraterritorialidad", otros destacaban las "convicciones profundas" de Hitler y sus esfuerzos por establecer "la igualdad social" en Alemania, intentos que "se asemejan a un ideal democrático". Desde Alemania, el líder intentaba seducir a los argentinos publicando en el diario La Prensa: "Por intermedio del diario La Razón, envío a la prensa argentina y a los alemanes de la Argentina mis cordiales saludos".
El fervor de miles de argentinos por las "promesas" del nazismo y su "cautivante" líder, sin embargo, no se debía a la falta de información sobre lo que realmente sucedía en Alemania. En 1936 la prensa argentina ya informaba que Hitler buscaba "aniquilar, con los medios más abominables, a la laboriosa e inteligente población israelita".
Pese a todo, según los registros históricos, Alemania estuvo a punto de ampliar sus conquistas en América con Argentina como un poderoso aliado: 70.000 argentinos eran afiliados al Partido Nacional Socialista alemán, muchos de los cuales aquel 10 de abril vivaron a Hitler ("Heil Hitler!") en pleno centro de Buenos Aires.
Según la crónica del diario La Prensa, aquel domingo 10 de abril de 1938, las columnas al estadio Luna Park comenzaron a llegar pasadas las 9 de la mañana. “Era un público numeroso y entusiasta”. Las delegaciones austríacas y alemanas arribaron portando sus banderas e indumentarias nazis.
Dentro del estadio se pudo apreciar el escenario adornado con banderas alemanas con la cruz esvástica y argentinas, destacándose en la parte posterior del telón de fondo en rojo la inscripción “Heil Führer” y otra (en alemán) que decía: “Un pueblo, una nación, un conductor”.
“Muchos miembros de las entidades nazis, quienes vestían camisas pardas y llevaban brazaletes con la cruz esvástica, tuvieron a su cargo la ubicación del público realizada en un orden casi militar”, relató entonces La Prensa.
El delegado comercial de la embajada alemana, Erich Otto Meynen, arengó a la concurrencia que respondía "¡Heil Führer!" saludando con el tradicional saludo nazi, brazo en alto. Meynen destacó la anexión de Austria “sin violencia ni sangre” y “el afecto de los austroalemanes hacia la Argentina”, al que definió como un “país hospitalario en el cual se sienten cómodos y orgullosos de cobijarse bajo sus instituciones y bandera”.
Tras una manifestación antinazi, que se saldó con 2 muertos y 57 heridos, saltaron las alarmas. El presidente Roberto Marcelino Ortiz creó una comisión especial que investigaría las actividades “ilícitas” de organizaciones extranjeras, que consistían en el adoctrinamiento de niños en escuelas de nuestro país, entre otras cosas. Además decretó la disolución del multitudinario Partido Nacionalsocialista Alemán de la Argentina y decidió la expulsión de dos espías de la Gestapo.
Pero el "affaire" entre Argentina y el nazismo, sin embargo, no concluyó con la caída de Hitler. Se sabe que, finalizado el conflicto, y durante el primer gobierno de Perón, Argentina y varios países americanos se lanzaron a una encarnizada carrera por atraer a los más célebres cerebros alemanes, en lo más diversos campos de las ciencias o la ingeniería.
Al mismo tiempo, según el historiador Felipe Pigna, "entre 1945 y 1950 arribaron al país criminales de guerra nazis (…). Según las fuentes, se habla de 6.000 a 8.000 ‘refugiados’”. Este fue un largo periodo durante el cual tuvieron acceso al país, entre otros, el criminal croata Dinko Satic, el médico Joseph Mengele, y el jerarca Eric Priebke.
Seria el mismo Priebke quien admitiría, en un juicio en Roma, que “en 1945 el gobierno nacional [argentino] negoció con Alemania la entrega de documentación que permitió el ingreso de nazis. Se distribuyeron unos 2.000 pasaportes y 8.000 cédulas en blanco… Con esta modalidad ingresaron en la Argentina unos 2.000 nazis”.
En tanto, Adolf Eichmann, el ideólogo de la "solución final" para el "problema judío" ingresó a la Argentina con un pasaporte italiano falso a nombre de Riccardo Klement en 1950, se radicó en el barrio bonaerense de San Fernando y hasta llegó a trabajar en la planta local de la automotriz Mercedes Benz.
La reflexión y conclusión de El Mundo es categórica: "Al revisar las páginas de la Argentina nazi se comprende porqué se ha ido al carajo esta nación que a principios del siglo XX alcanzó el puesto número ocho de las más desarrolladas del mundo. Una saga intermitente de golpes de Estado y dictaduras cívico-militares -con la previsible reacción de guerrillas- y miles de ciudadanos desaparecidos llevan la señal distintiva de aquel totalitarismo mesiánico".
Fuente: Diario Perfil, 20/5/2013
(*) Especial para Perfil.com.

domingo, 28 de abril de 2013

70 años del Levantamiento: los argentinos del gueto


Unos 90 compatriotas quedaron atrapados en el gueto de Varsovia. Entre ellos hubo un héroe que mató a un jerarca nazi en Treblinka. La investigación que revela por primera vez sus nombres.

Tomó con rabia el mango del cuchillo dentro del bolsillo. Apretó los dientes y aspiró profundo. Pensó un segundo en su mujer y su hija asesinadas en la cámara de gas unos días antes y se lanzó en dos saltos contra la espalda del Scharführer Max Bialas, el segundo jefe de Treblinka, el campo de exterminio donde lo habían llevado cinco días antes de ese 11 de septiembre de 1942. Sacó la mano derecha y clavó con una fuerza brutal el pequeño cuchillo que había logrado esconder tras su trabajo esclavo en el bosque. El nazi delgado, alto y apuesto en su uniforme gris perlado, que hasta un momento antes se paseaba con una pequeña vara tocando las caras de los hombres que iba a mandar a morir en la cámara de gas, cayó de bruces tratando de contener con la mano la enorme cantidad de sangre que salía de su cuello. Los guardias ucranianos miraban a todos lados buscando una explicación. Había gritos en varios idiomas y los perros no paraban de ladrar. Los Sonderkommandos, que hacían de policía interna, y los alemanes comenzaron a correr desesperados. Abraham Krzepicki, otro prisionero que había estado discutiendo sobre la posibilidad de armar una rebelión, se quedó inmóvil, al lado del ejecutor. Los SS, con sus trajes y botas lustrosas renegridas, empezaron a correr y gritar “¡Was ist los, was ist los!” (¡qué pasa!). El cabo Manchuk, que había visto lo sucedido, se adelantó con una pala en la mano y amenazó al ejecutor. Fue cuando el argentino Meir Berliner, un hombre de unos 40 años, hijo de inmigrantes polacos nacido en Buenos Aires, que había hecho aquí el servicio militar y regresado a Varsovia un tiempo antes para visitar a sus parientes, tiró el cuchillo y dijo con voz firme y serena: “No tengo miedo, pueden matarme si quieren”.
El cabo ucraniano Manchuk comenzó a golpear a Berliner con el filo de la pala dejándolo moribundo y desfigurado, tirado en el polvo, hasta que apareció otro jerarca, Kurt “Lalka” (Muñeca) Franz, a poner algo de orden. Al Scharfuhrer Bialas se lo llevaron al hospital militar de Ostrow Mazowiecki donde murió dos días más tarde. La venganza de Lalka Franz fue brutal. Mandó a fusilar a 150 hombres. Tampoco importaba mucho. Todos ellos iban a ser exterminados de una u otra manera. Desde el día en que se había abierto el campo, el 22 de julio de 1942, ya habían transportado hasta allí unas 250.000 personas del gueto de Varsovia, la zona de la capital polaca donde los nazis habían confinado a los judíos. A diferencia de Auschwitz, en Treblinka había pocas barracas, los prisioneros que no se suicidaban o sobrevivían al hacinamiento en los trenes, pasaban en el lugar apenas un promedio de una hora y media. Los guardias alemanes les quitaban las ropas y cualquier otra pertenencia. Los Goldjuden (judíos de oro) se encargaban de las joyas, el dinero y, una vez muertos, de extraer los dientes de oro. Las cámaras de gas no daban abasto. Los cuerpos eran arrojados a unas fosas o apilados en la rampa del ferrocarril hasta que hubiera tiempos para incinerarlos.
El prisionero Abraham Krzepicki, que estaba al lado del argentino Berliner en el momento del ataque aprovechó la confusión para meterse dentro de un vagón de tren que estaba por partir de regreso al gueto de Varsovia. Fue él quién contó la historia a Rachel Auerbach, una voluntaria que trabajó con Emanuel Ringelblum en la elaboración de un archivo que se enterró en cajas durante el exterminio del gueto y que fueron recuperadas en septiembre de 1946 y diciembre de 1950 en el sótano de un edificio de la entonces calle Nowolipki. Krzepicki contó que el argentino Berliner había intentado organizar un alzamiento desde el momento mismo que llegó al lugar. Pero que algunos líderes religiosos le decían que no había que pagar con la misma moneda y había que aceptar “lo que mandó Dios”. Cuando mataron a su mujer y a su hija ya comenzó a pensar en “una revancha” e intentó todo el tiempo sin éxito que sus compañeros se rebelaran. Cuando tuvo la oportunidad, actuó. Mató al segundo hombre más importante de Treblinka, el único nazi que murió allí, algo que produjo un grave problema para Heinrich Himmler, el comandante de las SS, quien se vio obligado a relevar a todos los comandantes del lugar. El hecho también provocó una profunda impresión en los sobrevivientes judíos. En el gueto, el argentino Berliner se convirtió en un héroe. Cuando comenzó el levantamiento en Varsovia, el 19 de abril de 1943, los jóvenes peleaban invocando el ejemplo que había dado el argentino Berliner.
----------------------------------------- La evidencia de la acción realizada por Berliner aparece en los archivos de Ringenblum por el relato que le hace Abraham Krzepicki a Rachel Auerbach, pero nunca se había puesto énfasis en el hecho de que fuera extranjero y menos argentino. Se lo tomó como un polaco más. Y en realidad no lo era. “Se evidencia en el hecho de que pensaba en forma diferente a la enorme mayoría de los que estaban padeciendo el campo de concentración como él. Muchos otros no pensaban en la resistencia.
Berliner quería resistir y quería revancha por la muerte de su mujer y su hija ”, explica la historiadora de la Universidad de Buenos Aires Marcia Ras, quien logró rescatar la figura de Berliner del olvido. Ras está haciendo su tesis doctoral sobre los argentinos que murieron en el Holocausto y los que participaron de alguna manera en la guerra en esos años en Europa. Y las cifras son sorprendentes: “hay al menos400 ciudadanos nacidos o naturalizados argentinos que fueron arrestados, esclavizados o asesinados por los alemanes o sus aliados. Y hay miles, sí literalmente miles, que participaron de los ejércitos en conflicto. Desde ya en el bando Republicano en España, pero muchísimos también en el ejército francés. Y, por ejemplo, hay aquí en el cementerio de Chacarita una tumba de 13 argentinos que murieron en la guerra sirviendo al ejército británico. También hubo entre los alemanes”, explica Ras que, a su vez, está a cargo del área de Investigaciones del Museo del Holocausto de Buenos Aires.
Uno de los obstáculos con los que tropezó su trabajo fue interpretar y unificar las diferentes formas de escritura de nombres y apellidos que aparecían en polaco, idish, hebreo, inglés y español. A pesar de esto, logró detectar que dentro del gueto de Varsovia vivieron en algún momento hasta 90 argentinos nacidos en el país o naturalizados, y que habían regresado a visitar a sus familias.
De acuerdo a la central de datos de las víctimas del Holocausto/Shoa de Israel, Yad Vashem, se puede determinar que en el gueto estuvo la argentina Klara Hazanovich, nacida en 1928 en Buenos Aires del matrimonio de Natan y Malka de la ciudad polaca de Faleniza. La familia estuvo confinada en el gueto de Varsovia hasta que fue trasladada al exterminio en Treblinka.
Klara murió allí a los 13 años. El testimonio lo dio su hermano Zvi en 1999. También estaban los hermanos Yitzkhak y Khaim Danziger,nacidos en Buenos Aires en 1924 y 1926 del matrimonio de Moshe y Fela. El primero murió en la prisión de Pawiak, que estaba ubicada dentro del gueto y donde confinaron por un tiempo a los extranjeros de países neutrales como lo era Argentina en ese momento. El segundo murió en el gueto en 1942 a los 16 años. El testimonio lo da en 1999 un primo de ellos de nombre Guta Danziger, sobreviviente de Bierkenau.
Hay otros tres adultos que probablemente se hayan naturalizado viviendo en Buenos Aires antes de la guerra y que murieron en Varsovia durante la “limpieza” del gueto. Khalee o Jaleie Segal, que habría vivido en Argentina entre 1922 y 1930, murió en el gueto a los 43 años, de acuerdo a su sobrina Alisa Shvartz. Jehuda Radzyner, que había nacido en el pueblo polaco de Zyrardow en 1908, era un comerciante de Buenos Aires antes de la guerra, y estaba casado con Khana Tauber. Su sobrino Nakhman Perlberg testimonió que murió en el campo de Treblinka. Yekhiel Markovitz era un sastre de Buenos Aires casado con María Roizen, que regresó a Varsovia durante la guerra y murió en el campo de exterminio de Auschwitz. Y hay tres niños que probablemente nacieron en Buenos Aires y fueron llevados por sus padres de regreso a Polonia poco antes de la invasión alemana. Son los hermanos Radzyner y Rivka, hijo de Yehuda Leib y Khana; y Yuri Markovitz, hijo de Yekhiel y María Roizen.
Es posible que nunca se sepa la cifra exacta de argentinos atrapados en el gueto. Aún se están recopilando los testimonios de los sobrevivientes y son un rompecabezas por armar. Hay testimonios que dicen que a fines de 1942 llegaron al correo del gueto paquetes conteniendo unos 90 pasaportes argentinos. De acuerdo al testimonio de Mary Berg, aparecido antes de que terminara la guerra en el diario escrito en idish de Nueva York Der Morgen Zshurnal, y del sobreviviente Hillel Seidman, se sabe del arribo de los documentos cuando ya no había argentinos allí y que al menos cuatro de los pasaportes fueron utilizados por los más altos dirigentes judíos del Comité de Distribución de Ayudas. Otros, fueron vendidos en el Polski, un hotel del 29 de la calle Dluga, en la zona aria, donde en un momento fueron confinados judíos extranjeros de paso para su repatriación o los campos de exterminio.
Y hay otro testimonio citado por el periodista y escritor Uki Goñi en su libro “La real Odessa” en el que cuenta una discusión entre el enlace de la cancillería alemana, Edward Von Thadden con el entonces encargado de la embajada argentina en Berlín, Luis Yrigoyen. De acuerdo al testimonio del jerarca nazi, éste le habría dicho a Yrigoyen -diplomático, hijo natural del presidente Yrigoyen- que “hay cincuenta argentinos en el gueto de Varsovia” y le puso sobre la mesa 16 pasaportes de supuestos argentinos judíos que habían pedido ser repatriados.
Lo cierto es que los judíos extranjeros de los países neutrales gozaban de una cierta inmunidad. En los primeros meses del gueto podían salir y hasta estaban exentos de usar el brazalete obligatorio de la estrella amarilla o llevaban otro con los colores de la bandera de sus países. A todos ellos, unos 700, los confinaron a fines de 1942 en la cárcel de Pawiak, ubicada dentro del mismo gueto, y luego los trasladaron a Vittel, en Francia, o al campo de Bergen-Belsen. Hasta allí habrían llegado varios argentinos, pero no se sabe su suerte ya que al final de la guerra sólo sobrevivían los extranjeros de países con los que los alemanes podían intercambiar prisioneros. Argentina sólo tenía a la tripulación del “acorazado de bolsillo” Graf Spee y en calidad de “internados”. Los prisioneros argentinos no le servían al régimen nazi.
---------------------------------------- El primer cañonazo se escuchó alrededor de las nueve de la noche, en el momento en que partían el Matzá, el pan sin levadura, para celebrar el Pesaj de ese 19 de abril de 1943. El segundo cañonazo terminó por destruir la parte superior del primer edificio ubicado justo frente a la entrada del gueto, por la actual calle Minow, en pleno centro de Varsovia. Los muchachos de la resistencia liderados por el delgado e hiperactivo Mordecjai Anielewicz, estaban esperando este momento desde hacía tres meses. Los mensajeros comenzaron a correr por las cloacas y desagües dando el alerta a todos los activistas. Los partisanos de las dos principales organizaciones judías clandestinas del ZOB y la ZZW, habían recibido algunas pistolas y fusiles de la Armia Krajowa, el Ejército Territorial Polaco, que resistía la ocupación en la “zona aria”. Pero la fuerza alemana era devastadora: 2.054 soldados y 36 oficiales del ejército, 821 comandos de las SS y 363 colaboracionistas polacos.
“Me acuerdo de los que estaban en la resistencia. Eran chicos muy jóvenes, apenas un poco mayores que yo, que tenía 13 o 14 años. Les faltaba ya la familia o se los estaban llevando.
No tenían nada que perder ”, cuenta Eugenia Unger, sobreviviente del gueto de Varsovia y de cinco campos de concentración, que vive en Buenos Aires desde 1948. Muestra el número tatuado por los nazisque aún es perfectamente visible en su brazo y sigue contando: “Se escondían en casas clandestinas y para moverse se metían por las alcantarillas”.
Los chicos lograron detener el avance nazi por cuatro días. Los mejores tiradores estaban apostados en los altillos de los edificios. Los más forzudos eran los encargados de lanzar las granadas y las molotov. Cuando avanzó el primer pelotón alemán a marcha forzada y cantando un himno hitleriano, cayó sobre ellos una verdadera lluvia de proyectiles. Una chica, de no más de 18 años, se había colgado con una soga de la balaustrada de una terraza y se lanzaba hacia el vacío para arrojar granadas sobre un tanque nazi.
El gobernador alemán de Polonia había ordenado el confinamiento de todos los judíos el 16 de octubre de 1940 en un sector del centro de la ciudad. Llegaron allí unos 380.000 judíos, el 30% de la población de la ciudad, en un territorio que ocupaba apenas el 2,4% de su superficie. Las familias se tenían que hacinar en departamentos de a siete personas por habitación. Las enfermedades como la fiebre tifoidea y el hambre diezmaron a miles. La ración de comida que entregaban los alemanes era oficialmente de 180 calorías al día cuando la de los polacos era de 1.800 y la de los alemanes de 2.400. Un muro de tres metros de altura y 18 kilómetros de largo los separaba totalmente de la llamada “zona aria”, el resto de la ciudad donde vivían los polacos católicos.
Pronto comenzaron las deportaciones hacia los campos de concentración. Los líderes religiosos ordenaron no resistir porque creían que los estaban llevando a lugares de trabajo forzado. Para entonces ya estaba en práctica la llamada “solución final del problema judío”ordenada por Hitler y elaborada y puesta en práctica por los comandantes SS, Heinrich Himmler y Reinhard Heydrich. En la Conferencia de Wannsee, cerca de Berlín, el 20 de enero de 1942, se ordenó el exterminio de los judíos de Europa. Para los judíos de Varsovia se levantó el campo de Treblinka y cuando éste ya no dio abasto tenían el de Auschwitz.
“Mis padres me contaron que hubo muchas discusiones sobre si tenían que iniciar un movimiento armado o no.
Era una cuestión moral. Ellos eran del Bund, el partido socialista, se opusieron por un tiempo a la resistencia armada hasta que no hubo más remedio”, cuenta la psicoanalista Zully Peusner, cuyos padres fueron parte de la resistencia en Varsovia y vivieron, luego, en Argentina más de medio siglo.
Los chicos ya tenían decidido combatir hasta la muerte. Y esa actitud les dio la ventaja en los primeros días. Para el 6 de mayo, el comandante general de las tropas alemanas, Jürgen Stroop, ordenó la entrada de los tanques y el “aniquilamiento” de la resistencia. En su diario escribió: “familias enteras se arrojan por las ventanas de los edificios incendiados”. Ese día murieron 365 combatientes y se rindieron otros 1.500. Dos días más tarde los nazis logran entrar al cuartel de la resistencia. Mordechai Anielewicz y su novia se suicidan antes de que los atrapen.
A la semana siguiente ya no se escuchaban disparos. Los pocos sobrevivientes se escondieron en los sótanos y las cloacas. Los alemanes incendiaron todos los edificios en pie. El 16 de mayo, Stroop mandó a demoler la sinagoga de la calle Tlomacka.
“El gueto ya no existe”, escribió en su diario. Unos 7.000 jóvenes judíos murieron combatiendo. Otros 6.000 perecieron asfixiados bajo los escombros. Y unos 40.000 fueron atrapados y enviados a Treblinka. Entre ellos estuvieron los argentinos que hasta ahora permanecían en la sombra de la resistencia más importante contra el exterminio nazi.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Las leyes nazis y la reacción de la sociedad

 Por BÁRBARA REINHOLD

Durante el régimen de Adolf Hitler hubo una serie de reglamentaciones que buscaron la “pureza racial”, y que fueron avaladas por un sector amplio de la población alemana.

Ningún líder puede sostenerse como tal sin el apoyo de sus seguidores. Sin sustento, se caería por su propio peso. Durante la Alemania nazi hubo reglamentaciones y disposiciones legales de carácter racial y antisemita que, por su publicidad, la sociedad no pudo desconocer: fueron el preámbulo de la llamada “solución final”, cuyo objetivo último fue el exterminio masivo de la población judía, y que se cobró la vida de unos 6 millones de judíos, víctimas mayoritarias de un genocidio que persiguió además a otros grupos.

Las leyes de Nuremberg, sancionadas en 1935, reflejaban la ideología del nazismo a través de la Ley de ciudadanía del Reich y la Ley para la Protección de la Sangre Alemana y el Honor Alemán. De esta manera, se establecía a través de una clasificación sanguínea quién era judío y quién no, en términos no religiosos sino raciales, y los señalados como judíos perdían automáticamente la ciudadanía del Reich. Se les prohibió contraer matrimonio con alemanes “puros”, así como emplear en sus casas a ciudadanos alemanes menores de 45 años e izar la bandera del Reich. Los judíos vieron sus derechos avasallados, lo que también se extendió a gitanos, negros, discapacitados y todo aquél considerado “inferior”. No pudieron tener empresas, había restricciones para la permanencia en espacios públicos y los médicos judíos sólo podían atender a judíos, entre otras atroces medidas que los discriminaron abiertamente.

Pero antes de esto, en 1933, se llevó adelante una primera acción contra los judíos: el boicot a sus comercios. Los nazis llamaron a la población a que no comprara en esos negocios, a los que identificaron con la Estrella de David pintada o con frases como “No le compre a los judíos” o “Los judíos son nuestra desgracia”. En este sentido, el sociólogo Daniel Feierstein, autor del libro “Memorias y Representaciones”, investigador del CONICET, director del Centro de Estudios sobre Genocidio de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) y vicepresidente de la International Association of Genocide Scholars, explica: “El boicot no contó con una fuerte adhesión de la población. Al contrario, se manifestaron bastantes actos de solidaridad y los ataques debieron ser bastante organizados, no muy espontáneos, por parte del partido nacional-socialista y sus fuerzas de choque, las SA”.


Para Feierstein, hubo dos factores principales que actuaron para que una parte de la sociedad alemana apoyara la segregación antisemita: el terror sembrado por el nazismo y las ventajas que podrían sacar de la aplicación de la legislación. El sociólogo asegura que esa instalación del miedo comenzó a operar con el correr del gobierno de Hitler: “1933-1935 se caracterizó por ser un fuerte período concentracionario. Cerca de 100 mil alemanes, en su mayoría disidentes políticos, fueron internados en campos de concentración, de los cuales el modelo fue Dachau y no Auschwitz, creado sólo después de iniciada Segunda Guerra Mundial. No fueron muchos los asesinatos en relación al número total de detenciones, se calcula alrededor de 500 a 1.000 personas asesinadas sobre un total de aproximadamente 100 mil detenidos, pero eso fue suficiente para instalar el terror en la sociedad”, señala. Por esta razón, dice, cuando se sancionaron las leyes antisemitas de 1935, “la resistencia social a esas nuevas pautas fue casi inexistente”.


Sobre las ventajas que podían obtenerse por el desplazamiento explícito de la población judía, Feierstein sostiene que hubo muchos sectores sociales que terminaron apoyando las leyes antisemitas para sacar rédito de esa persecución: podrían ocupar sus puestos de trabajo, tanto en la esfera pública como en la privada, comprar sus propiedades a un valor menor al del mercado y explotar a la población amenazada aprovechándose de sus necesidades, entre otras cosas. A través de distintas vías, el antisemitismo fue calando hondo en la sociedad alemana, y fue notable la influencia del aparato propagandístico de Hitler, a cargo de su mano derecha, Joseph Goebbels.


Para el historiador estadounidense Peter Fritzsche, en el libro “De alemanes a nazis”, la esfera pública fue fundamental para que los alemanes se integraran a las actividades nazis apoyando e incoporando, entonces, el antisemitismo. En su texto, Fritzsche describe la aprobación por parte de la sociedad hacia la discriminación a los judíos: “Miles y miles de berlineses marcharon hasta el aeropuerto de Tempelhof el 1° de Mayo de 1933, más de un millón de voluntarios participaron en la Winterhilfe, la campaña anual de caridad del Reich, varios millones de jóvenes más fueron reclutados en la Juventud Hitleriana, por lo menos ocho millones de alemanes se enrolaron en ligas locales de defensa civil, y nada menos que el sorprendente número de cincuenta y cuatro millones participó, sólo en el año 1938, de algún tipo de actividad recreativa patrocinada por los nazis”.


En medio del reclutamiento militar y civil del nazismo, hubo algunos movimientos de resistencia dentro de Alemania, como el de la “Rosa Blanca”, que se opusieron al régimen. “Rosa Blanca” era un grupo de estudiantes encabezados por los hermanos Hans y Sophie Scholl, que repartía folletos en los que manifestaba su repudio a Hitler y al nacionalsocialismo. En el sitio del Museo de la Memoria del Holocausto de Estados Unidos, explican: “La critica abierta del gobierno fue suprimida por la Gestapo y el Servicio de Seguridad del partido nazi, pero el gobierno de Hitler era popular con la mayoría de los alemanes”.


FUENTE: Diario Clarín, 7/11/2012

lunes, 22 de octubre de 2012

El último cazador de Nazis


Heredero de Simón Wiesenthal, dirige el programa “Operación: última oportunidad”. En diálogo con NOTICIAS, explica por qué tiene sentido castigar a criminales centenarios. Los 10 más buscados.


Efraim Zuroff jura no tomarse el trabajo como algo personal, pero cuenta que muchas veces dice una plegaria pidiendo salud para “esos bastardos”. Este estadounidense radicado en Israel, que hace 32 años recorre países y archivos buscando a criminales de guerra nazi, ciertas noches reza para que los hombres a los que busca no mueran antes de ser juzgados y enviados a la cárcel.
El último cazador de nazis tiene en la mira a hombres de entre 88 y 100 años. Laszlo Csatary, un ex policía húngaro que colaboró en las deportaciones a Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial, fue el último al que encontró. Un periodista que trabaja con Zuroff fotografió a Csatary hace cinco meses, cuando salió a atender en calzoncillos la puerta de su casa en Budapest. Tras la publicación de la historia, en Hungría se abrió una causa por crímenes de guerra contra el hombre de 97 años. “Tiene arresto domiciliario, esperemos que pronto anuncien la elevación a juicio”, cuenta Zuroff, heredero del célebre cazador de nazis Simón Wiesenthal.
Historia. Zuroff tiene 64 años y dirige la oficina de Jerusalen del Centro Wiesenthal, adonde atiende el llamado de NOTICIAS. Hace diez años creó “Operation: last chance” (“Operación: última oportunidad”), un programa para llevar ante la Justicia a los criminales de guerra nazi que quedan vivos. “Cuando la gente me pregunta cómo es mi trabajo, digo que soy un tercio detective, un tercio historiador y un tercio lobbista político –explica–. El detective encuentra a esos bastardos. El historiador busca la evidencia de sus crímenes. El lobbista presiona a los gobiernos para que hagan lo que deben”.
A diferencia de Wiesenthal, que padeció el nazismo en carne propia, Zuroff nació en Nueva York después de la Segunda Guerra. “Mis padres ya son estadounidenses y la mayoría de mis familiares vinieron antes de la Primera Guerra. A veces pienso que es casi absurdo que haya dedicado 32 años de mi vida a cazar nazis”, cuenta. Cazar nazis no figuraba ni entre los sueños más delirantes de su niñez. El plan de ese niño alto, que se crió en el barrio de Brooklyn, era “ser el primer jugador de la NBA judío ortodoxo”.
El último cazador de nazis tiene cuatro hijos y nueve nietos. Hace al menos una década que su rutina es casi la misma. Se levanta en su casa de Efrat, hace un viaje corto hasta la oficina del Centro Wiesenthal en Jerusalen y comienza a revisar correos electrónicos o llamados telefónicos con denuncias.
Las cifras del Centro Wiesenthal dicen que los nazis y sus aliados mataron a unos 11 millones de personas durante el Tercer Reich, y que más de la mitad era judíos. Por eso, el trabajo que 70 años después hacen los investigadores de esos crímenes sigue la lógica inversa a la de un policía. “Ellos empiezan por el crimen y buscan al criminal. Nosotros no tenemos tiempo, fueron demasiados crímenes y muchos criminales están muertos. Nuestras búsquedas empiezan siempre con una sospecha de alguien, luego intentamos averiguar si la historia es cierta y solo en el 1,5 por ciento de los casos nos embarcamos en una investigación seria”, explica.
En los diez años que lleva activa “Operation: last chance”, Zuroff y su equipo consiguieron los nombres de 634 supuestos nazis viviendo en distintos puntos del globo. “De esos nombres, entregamos a la Justicia unos cien, pero solo resultaron ocho casos serios”, cuenta.
Los más recientes fueron el de Csatary y el de Sandor Kepiro, hallado en 2006. Este último, un oficial de gendarmería húngaro que fue acusado formalmente por 36 asesinatos y luego absuelto, murió en septiembre del año pasado. Hasta entonces, ocupó el primer lugar en la lista de los más buscados que cada año publica el Centro Wiesenthal.
La punta del hilo de muchas cacerías son rumores, pálpitos, confesiones trasnochadas: por ejemplo, un tipo llama diciendo que vive en cierta ciudad y conoce a cierta persona que, cuando se emborrachan juntos, le cuenta historias sobre sus años como guardia en Auschwitz.
En la oficina reciben cada mes un par de nuevos sospechosos y un montón de llamados ridículos. “No tiene idea de cuántas veces tengo llamadas así: ‘¿Hola, este el centro Wiesenthal? ¿Todavía cazan nazis? Ah, bueno, quería contarle que acabo de pelearme con mi vecino, es un alemán de 89 años, un verdadero bastardo, así que debe ser un criminal de guerra nazi’”, cuenta Zuroff.

jueves, 9 de agosto de 2012

LLAMADO A CONCURSO PARA OTORGAR BECAS DE ESTUDIO EN EL MUSEO DEL HOLOCAUSTO DE YAD VASHEM, JERUSALEM


 El Museo del Holocausto de Buenos Aires llama a concurso para otorgar becas de estudio en el Museo del Holocausto de Yad Vashem, Jerusalem.
ENERO:
SÓLO PARA EDUCADORES EN ACTIVIDAD DE LA RED EDUCACIONAL JUDÍA
7 - 17 DE ENERO DE 2013

El Seminario comenzará el lunes 7 de enero a las 20hs., en el lobby del Hotel (a designar) y finalizará, el jueves 17 de enero a las 14hs.
FEBRERO:
SÓLO PARA EDUCADORES EN ACTIVIDAD DE LA RED EDUCACIONAL NO JUDÍA
27 DE ENERO - 6 DE FEBRERO DE 2013

El Seminario comenzará el domingo 27 de enero a las 20hs., en el lobby del Hotel (a designar) y finalizará, el miércoles 6 de febrero a las 14hs.
Desde el 7 al 17 de enero (inclusive)  y del 27 de enero al 6 de febrero (inclusive) de 2013 se realizarán, en el Museo del Holocausto de Jerusalem, los Seminarios y Workshops de Capacitación para docentes y educadores en actividad: Memoria de la Shoá - Desafíos Educativos. Los mismos se dictarán en español en Yad Vashem y en otros sitios relacionados con la temática de la Shoá, en Israel.
Yad Vashem NO cubre el TICKET AEREO, ni extras, tampoco el seguro médico obligatorio. Cada participante deberá comprar su propio pasaje y tener su seguro médico.
Yad Vashem cubrirá todos los gastos durante la duración del Seminario (10 noches de alojamiento en hotel, pensión completa, transporte terrestre y materiales didácticos). Asimismo Yad Vashem proveerá un coordinador (Madrij) que acompañará al grupo en todas las actividades durante el Seminario. No se cubren ni se tramitan noches previas o posteriores al Seminario.

Perfil de los Aspirantes: Docentes y Educadores en actividad principalmente de Nivel Medio y Secundario: profesores que enseñan la temática de la Shoá, o deseen enseñarla desde un enfoque interdisciplinario.

SI USTED ESTA INTERESADO EN PARTICIPAR
, envíe completo y SÓLO POR EMAIL lo solicitado en el FORMULARIO DE APLICACIÓN- de acuerdo con la fecha que le corresponde-. Todo adjunto en el email, tal cual se solicita en el presente Llamado a Concurso.
ENVÍELO A: Prof. Graciela Jinich direccionejecutiva@museodelholocausto.org.ar  y a Julia Juhasz secretaria@museodelholocausto.org.ar
Ultimo día de recepción de CV: domingo 2 de septiembre de 2012, 17 horas.

Regreso al Gueto de Varsovia

02/08/12 - 19:37


Hace 70 años un grupo de jóvenes judíos de no más de 20 años confinados dentro del Gueto de Varsovia comenzaron a preparar lo que sería la resistencia más importante contra el genocidio nazi. Nueve meses más tarde protagonizaban la gesta de enfrentarse con unas muy pocas armas y algunas bombas al entonces ejército más poderoso del mundo. Pasó a la historia como el Levantamiento del Guetto de Varsovia.
Un equipo de Clarín, encabezado por Gustavo Sierra, recorrió los lugares históricos donde se desarrollaron estos hechos en Polonia y Alemania. También entrevistó a los sobrevivientes del Holocausto que llegaron a la Argentina, así como historiadores y recopiladores de fotos y videos.
El resultado de esta investigación se publicará en los próximos meses en un correlato de tiempo histórico multimedia que va desde los primeros traslados masivos a los campos de concentración de julio/agosto de 1942 hasta la destrucción total de los 18 kilómetros en los que estaba encerrado el gueto en mayo de 1943.
Se trata de un proyecto abierto para que ustedes, los lectores e internautas de Clarín, puedan aportar relatos y elementos de relevancia histórica. Los materiales que se reciban deberán tener rigurosidad histórica, serán sometidos a la revisión por parte de historiadores y sólo se publicarán si nuestros editores consideran que tiene un valor periodístico de interés público.
Con esta investigación intentamos destacar un hecho trascendente para la memoria histórica del Holocausto; los millones de víctimas y descendientes; de la Segunda Guerra Mundial y de los miles de sobrevivientes que rehicieron sus vidas en la Argentina.

lunes, 28 de mayo de 2012

Exhiben el pasaporte con el que nazi Eichmann ingresó a Argentina


El falso documento a nombre de su alter ego Ricardo Klement será presentado en el Museo del Holocausto. Fue hallado por la jueza Servini de Cubría.



El autor de la trágica sentencia "Solución Final" vivió en nuestro país durante diez años. Se trata del jerarca nazi Adolf Eichmann, cuyo pasaporte falso usado para ingresar a la Argentina desde Suiza será exhibido por primera vez en el Museo del Holocausto, en un presentación internacional que atraerá visitas de todo el mundo.

Fue la jueza María Servini de Cubría quien descubrió el documento entre las fojas que conformaban la causa originada por el secuestro de Eichmann en la década del '60, según consigna el diario Clarín.

El histórico documento fue cedido bajo el título de "depositario judicial" y podrá ser presentado en el museo una vez que sea concluida la construcción de un habitáculo especial de alta seguridad para su exhibición.

El pasaporte, a nombre de Ricardo Klement (un presunto técnico de la ciudad italiana de Bolzano), fue entregado a las autoridades del museo en 2007, pero recién ahora formará parte de la muestra. 

Graciela Nabel de Jinich, directora ejecutiva del museo, comentó: "Recuerdo hasta hoy que la jueza nos pasó el documento para que lo viéramos de mano en mano. Se me caían las lágrimas de la emoción que implica tener algo así en el museo. No podía creer que eso había estado en manos de él (por Eichmann)".

"Este documento es de las pocas piezas exclusivas y originales que hay de Eichmann en el mundo", confirmó al mismo medio Alejandro Dosoretz, presidente del Museo del Holocausto de Buenos Aires, a 50 años de la captura, juicio y ejecución del líder nazi.

Cómo fue la vida y captura de Eichmann en nuestro país. Tras arribar en 1950, se instaló en Tucumán, donde trabajó para Capri, una empresa de ingeniería que empleó a varios nazis. En 1952 logró traer a su familia al país. Ocho años más tarde trabajaba para Mercedes-Benz y vivía en la calle Garibaldi, en San Fernando. Allí lo encontró el Mossad, que lo espiaba desde hacía varias semanas. El operativo fue repentino: lo secuestraron el 11 de mayo de 1960, a las 20, cuando se bajó de un colectivo, a su regreso del trabajo.

Tras mantenerlo cautivo durante nueve días, lo llevaron a Ezeiza y lo subieron a un avión que trasladaba a una delegación oficial israelí de vuelta a su país. Viajó drogado y vestido como un integrante de la tripulación. La primera en denunciar el secuestro fue la mujer del ex jerarca nazi, que ante la Justicia debió reconocer que Klement era Eichmann.

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