¿PORQUÉ ENSEÑAMOS LA HISTORIA DEL HOLOCAUSTO?

Puesto que el objetivo de enseñar cualquier sujeto es activar la curiosidad intelectual del alumno para inspirar un pensamiento crítico y un crecimiento personal, es de aconsejar que se estructure el plan de clase considerando profundamente algunas cuestiones de propósito. Antes de decidir qué y cómo se enseña recomendamos que se considere lo siguiente:
Entre las diversas razones ofrecidas por los educadores que han incorporado un estudio del Holocausto en sus varios cursos y disciplinas están los siguientes:

- El Holocausto fue un punto decisivo, no sólo del siglo XX sino de la historia de la humanidad por entero. Fue un intento sin precedente de asesinar un pueblo entero y de extinguir su cultura.

- Un estudio del Holocausto ayuda a los alumnos a pensar sobre el uso y el abuso del poder y el papel y las responsabilidades que tienen los individuos, las organizaciones y las naciones al enfrentarse con violaciones de derechos civiles y/o políticas genocidas.

- Estudiar el Holocausto ayuda a los alumnos a desarrollar un entendimiento de las ramificaciones del prejuicio, el racismo y los estereotipos de una sociedad. Ayuda a los alumnos a desarrollar una conciencia del valor del pluralismo y les anima a la tolerancia en una sociedad diversificada y plural.

- La historia del Holocausto demuestra como una nación moderna puede utilizar su experiencia tecnológica y su infraestructura burocrática para ejecutar prácticas destructivas que abarcan desde la ingeniería social hasta el genocidio.

- El Holocausto provee un contexto para explorar los peligros del silencio, la apatía y la indiferencia frente a la opresión de otros.

- Al ganar conocimiento de los muchos factores históricos, sociales, religiosos, políticos y económicos que acumulativamente resultaron en el Holocausto, los alumnos ganan conciencia de la complejidad del tema y una perspectiva sobre cómo una convergencia de factores puede contribuir a la desintegración de los valores democráticos. Los alumnos llegan a entender que es la responsabilidad de los ciudadanos en una democracia aprender a identificar las señales de peligro y a saber cuándo reaccionar.

El Holocausto se ha hecho un tema central en la cultura de muchos países. Esto se refleja en como está representado en los medios de comunicación y en la cultura popular. La educación del Holocausto puede ofrecer a los alumnos un conocimiento histórico y aptitudes necesarias para comprender y evaluar estas manifestaciones culturales.

Fuente: Task Force for International Cooperation on Holocaust education remembrance and research

domingo, 31 de agosto de 2008

Sobre la actitud individual frente al autoritarismo. MARTIN NIEMÖLLER (1892-1984)


Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a buscar a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.

El poema "Cuando los nazis vinieron..." trata acerca de las consecuencias de no resistir las tiranías en los primeros intentos de su establecimiento. El orden exacto de los grupos y las palabras están sujetas a disputa, ya que existen muchas versiones, la mayoría transmitidas oralmente. Martín Niemöller, su autor, menciona que no se trataba originalmente de un poema, sino de un sermón en la semana santa de 1946 en Kaiserlautern, Alemania “¿Qué hubiera dicho Jesucristo?”.

Fuente: Wikipedia

lunes, 25 de agosto de 2008

SOPHIE SCHOLL: Ser joven, Ser libre

El 22 de febrero de 1943, a la edad de 21 años Sophie Scholl fue ejecutada por disposición de la Corte Popular de Alemania, , por haberse involucrado en La Rosa Blanca, una organización que redactaba en forma secreta panfletos que pedían el final de la guerra y denunciaban enfáticamente los actos de barbarie de los nazis.

En mayo de 1942 las tropas alemanas se encontraban en los campos de batalla de Rusia y del Norte de África, mientras que unos estudiantes de la Universidad de Munich asistían a clases en las que compartían su amor por la medicina, la teología y la filosofía, así como su aversión hacia el régimen nazi.

Hans Scholl, Alexander Schmorell y Sophie Scholl formaban el núcleo de este grupo de amigos. Dentro de la misma universidad se contaban dos estudiantes de medicina, Willi Graf y Jurgen Wittgenstein, quienes habían prestado servicios en un hospital militar en 1939, conjuntamente con Hans, el hermano mayor de Sophie, y Christoph Probst, un soldado casado y padre de tres niños, quienes se unieron a La Rosa Blanca.

Sophie Scholl nació el 9 de mayo de 1921 en Forchtenberg am Kocher, un pueblo del que su padre, Robert Scholl, era el alcalde. A los 12 años Sophie se unió a las Juventudes Hitleristas, pero luego se desilusionó. El arresto de su padre por haberse referido a Hitler frente a un empleado suyo como "El Flagelo de Dios", le causó una profunda impresión. Para la familia Scholl la palabra "lealtad" significaba obedecer los dictados del corazón."Lo que quiero para ustedes es vivir con rectitud y libertad de espíritu, sin importar lo difícil que esto resulte", le dijo el padre a su familia.

Cuando en 1942 comenzó la deportación masiva de judíos, Sophie, Hans, Alexander y Jurgen se dieron cuenta de que había llegado el momento de la acción. Compraron una máquina de escribir y una copiadora. Hans y Alex escribieron el primer panfleto con el encabezamiento: "Panfletos de La Rosa Blanca", mientras que su texto decía que "nada es tan indigno de una nación como el permitir que sea gobernada sin oposición por una casta que ha cedido a los bajos instintos... La civilización occidental debe defenderse contra el fascismo y ofrecer una resistencia pasiva antes de que el último joven de la nación haya derramado su sangre en algún campo de batalla".

Los miembros de La Rosa Blanca trabajaron día y noche en secreto, produciendo miles de panfletos que eran despachados a estudiosos y médicos desde sitios no detectables dentro de Alemania. Sophie compraba papel y estampillas de correo en sitios diferentes para que sus actividades no llamaran la atención.

En 1933 Hitler fue electo Canciller de Alemania, Muchos alemanes que se sentían incómodos con los desvaríos antisemitas del Partido Nazi se dieron cuenta de la habilidad de Hitler para canalizar el orgullo en una nación humillada.

El segundo panfleto de La Rosa Blanca leía: "Desde la conquista de Polonia 300.000 judíos han sido asesinados, un crimen contra la dignidad humana... Los alemanes alientan a los criminales fascistas cuando carecen de un sentimiento que clame a la vista de semejantes acciones. Es preferible el fin del terror antes que un terror sin fin".

Hans, el hermano de Sophie, sirvió dos años en el ejército y estudió medicina en la Universidad de Munich. Luego en 1942 se desempeñó como médico en el frente oriental con Alex, Willi y Jurgen. Jurgen transportó montones de panfletos a Berlín. El viaje era peligroso. "Los trenes estaban repletos de policía militar. Si uno era un civil y no podía probar que había logrado una prórroga, se lo llevaban de inmediato", recordaba. Nadie en los Estados Unidos puede comprender lo que es vivir bajo una dictadura absoluta. El partido controlaba las noticias, la policía, las fuerzas armadas, el sistema judicial, las comunicaciones, la educación, las instituciones tanto culturales como religiosas.

El tercer panfleto pedía: "Sabotage en las fábricas de armamento, periódicos, ceremonias públicas y del Partido Nacional Socialista... Convencer a las clases más bajas de lo insensato que es continuar la guerra, donde confrontamos la esclavitud espiritual a manos de los nacional-socialistas".

Las leyes de Nuremberg de 1935 exigían la expulsión de cualquiera que no fuera ario, declarándose a los judíos como no-ciudadanos. La prensa internacional había comenzado a informar sobre castigos corporales en las calles, por lo que Hitler trasladó los actos de crueldad de las ciudades a los campos de concentración.

El 9 de noviembre de 1938 se arrestó y golpeó a 30.000 judíos, y las Fuerzas de Asalto quemaron 191 sinagogas durante la "Noche de los Cristales Rotos" (Kristallnacht), lo que provocó el éxodo de 200.000 judíos hacia el campo.

Cuando a Alexander Schmorell se le pidió que hiciera un juramento a Hitler pidió que se lo diera de baja en el Ejército. Willi Graf se pasó a la resistencia pasiva, al igual que el resto, luego de servir como asistente médico en Yugoslavia. Fue asignado a la Segunda Compañía de Estudiantes en Munich, donde conoció a Sophie, Hans, Alexander, Christoph y Jurgen. Christoph Probst era el único miembro de La Rosa Blanca que estaba casado y tenía hijos, de modo que los demás trataron de protegerlo.

En el cuarto folleto escribieron: "Le pregunto a usted como cristiano si duda en la esperanza de que algún otro levante su brazo para defenderlo... Para Hitler y sus seguidores ningún castigo guarda relación con la magnitud de sus crímenes".

Luego de la derrota de los alemanes en Stalingrado en 1943 y la exigencia de Roosevelt de que las fuerzas del Eje se rindieran incondicionalmente, la invasión aliada estaba ya muy próxima.

Esa noche Hans, Willi y Alexander escribieron "Libertad" y "Abajo Hitler" y dibujaron cruces swásticas tachadas en algunos edificios de Munich.

Su profesor de filosofía, Kurt Huber, se mostró shockeado cuando se enteró de las atrocidades cometidas por el Estado en Alemania, y trabajó en la edición de los últimos panfletos de La Rosa Blanca. También se sintió motivado para dar conferencias sobre temas prohibidos, tales como los escritos del filósofo judío Spinoza.

Cada folleto era más crítico de Hitler y el pueblo alemán que el anterior. El quinto decía que "Hitler está llevando al pueblo alemán hacia el abismo. Siguen ciegamente a sus seductores hacia la ruina... ¿Hemos de ser para siempre una nación odiada y rechazada por toda la humanidad?

La Gestapo había estado buscando a los autores de los panfletos desde que apareciera el primero. A medida que el lenguaje de los folletos se hacía más vehemente, redoblaron sus esfuerzos. Arrestaron a personas ante la menor sombra de sospecha.

Sophie y Hans llevaron una valija llena de los folletos finales escritos por el Profesor Huber a la Universidad, y los dejaron en los corredores para que los estudiantes los encontraran y los leyesen.

Jakob Schmidt, un empleado de maestranza de la Universidad y miembro del Partido Nazi, vio a Sophie y a Hans con los folletos y los denunció. Fueron llevados bajo arresto a la Gestapo. El "interrogatorio" de Sophie fue tan cruel que apareció ante el tribunal con una pierna rota. El 22 de febrero de 1943 Sophie, Hans y Christoph fueron condenados a muerte por el Tribunal del "Pueblo", que había sido creado por el Partido Nacional Socialista para eliminar a los enemigos de Hitler.

Las últimas palabras que Hans Scholl gritó desde la guillotina fueron: "¡Viva la Libertad!".

En un gesto sin precedentes de los guardias, Christoph Probst fue autorizado a pasar unos momentos a solas con Hans y Sophie antes de que fueran ejecutados. Luego de meses de interrogatorios por parte de la Gestapo para obtener los nombres de sus camaradas, Willi fue ejecutado. Su pensamiento final fue: "Ellos continuarán lo que nosotros hemos comenzado".

Alexander Schmorell fue arrestado en un refugio antiaéreo y ejecutado en Munich. Kurt Huber fue uno de los acusados en el juicio del Tribunal Popular contra La Rosa Blanca. Los sobrevivientes recuerdan las últimas palabras de Huber, una reafirmación de su postura humanitaria.

Jurgen Wittenstein fue interrogado por la Gestapo pero no pudieron probar su participación, de modo que lo dejaron en libertad. Consiguió ser transferido al frente, más allá del control nazi, y resultó ser el único sobreviviente. Luego de la guerra se trasladó a los Estados Unidos, donde obtuvo el título de doctor, y recibió un premio del Gobierno de Alemania Occidental por su valor.

"¿Cómo podemos esperar que prevalezca la justicia cuando casi no hay gente que se brinde individualmente en pos de una causa justa", dijo Sophie. "Un día tan lindo, tan soleado, y debo irme", continuó diciendo, "pero, ¿qué importa mi muerte, si a través nuestro miles de personas se despiertan y comienzan a actuar?"

"La Rosa Blanca es una página radiante en los anales del Siglo Veinte. El coraje de nadar contra la corriente de la opinión pública, aún cuando el hacerlo era equivalente a un acto de alta traición, y el convencimiento de que la muerte no era un precio demasiado alto a pagar por seguir los dictados de la conciencia", escribe Clara Zimmerman en "La Rosa Blanca: su Legado y su Desafío".

Existen doscientas escuelas alemanas que llevan el nombre de los Scholl, y hay políticos como el anterior alcalde de Nueva York, David Dinkins, que invocan sus nombres y visitan sus tumbas.

Con el auge de la limpieza étnica en Bosnia y la violencia que se ejerce en Alemania contra los extranjeros, el aniversario de las ejecuciones es un recordatorio poderoso. Inge Aicher-Scholl, la hermana de Sophie Scholl, escribió: "Tal vez el heroísmo genuino resida en decidirse a defender con tosudez las cosas de todos los días, las terrenales, las inmediatas".

Bibliografía.

  • "Murieron para derrotar al Reich", por Gabriella Gruder-Poni.
    New York Times, Junio 12 de 1993.
  • "Una visión desde dentro de La Rosa Blanca", German Life, Mayo 31 de 1997.
  • "La historia de La Rosa Blanca: la notable vida de Sophie Scholl", por Elizabeth Applebaum.
    Baltimore Jewish Times, 24 de noviembre de 1995.
  • "La Rosa Blanca, Su legado y su desafío", por Clara Zimmerman.
    www.bruderhof.com
    Rescuers, Alemania durante la Segunda Guerra Mundial.

Traducción: Josefina Prytyka de Duschatzky

Fuente: Sitio web de la International Raoul Wallenberg Foundation

domingo, 3 de agosto de 2008

De qué hablamos cuando hablamos de DISCRIMINAR

Por definición, la discriminación es el acto que nos permite distinguir y diferenciar una cosa de otra. Esto, claro, mientras no encierre ningún juicio de valor. Al contrario, discriminar lo positivo de lo negativo es de manera cabal lo que exige el más elemental sentido de la realidad. Es más, en cualquier tradición religiosa el acto de “santificar” es el resultante de una discriminación. Santificar representa el evento de discriminar, separar y distinguir lo sagrado de lo profano. Por ejemplo, y aunque suene duro, un varón cuando “santifica” a una mujer en el acto del matrimonio la “discrimina” del resto de las mujeres.

Por supuesto que en determinados contextos lo discriminatorio exige un profundo juicio de valor. El recordado filósofo italiano Norberto Bobbio sostuvo la diferencia entre discriminación “positiva” y “negativa”, afirmando que el derecho prohíbe solamente la “negativa”, a la que él denomina “desigualdad injusta” o “discriminación arbitraria”, es decir, una discriminación introducida o no eliminada sin justificación, o sea, una discriminación no justificada (y en este sentido “injusta”). Otros filósofos llegan a considerar que basta con diferenciar entre “distinción” y “discriminación” para que las palabras queden claras: la primera sería justa; la segunda, siempre injusta, por definición.

Aceptando las convenciones lingüísticas, y para saber de qué estamos hablando, determinados grupos sociales, por ser tan laxos, postergamos los problemas y nos entrampamos en el devaneo entre las verdaderas “distinciones” y “discriminaciones” (no las lingüísticas). Infinitas veces en aras de la “buena conciencia”, que no resulta ser otra cosa que un óptimo instrumento de dominio, determinamos “distinciones” que producen una discriminación negativa de la que conviene no hablar, y “discriminaciones” que son distinciones positivas. Lo que quiero destacar, simplemente, es que debemos ser sinceros, y con dignidad y coraje intelectual no disfrazar las “antidiscriminaciones” bajo actos de buena acción, jugando con supuestas “distinciones” justificadas, ya que ninguna danza lingüística evita enfrentar los profundos conflictos, las discriminaciones indominables y que siempre son injustas. Para ser más claro vaya el ejemplo: horrorizarse por la segregación racial (cosa que obviamente es válido) pero la convivencia con la implacable segregación económica y de clase social es lo “honestamente aceptable”, porque resulta sólo una mísera e indigna “distinción” (obviamente digo esto con ironía). La antidiscriminación en un sentido profundo debe ser un proyecto político-social-económico-religioso-cultural. En definitiva, cualquier política antidiscriminatoria tiene que ser clara, batalladora y tiene la obligación de incomodar, para no transmutarse en una herramienta que tranquilice las “santas almas” de los que dicen no discriminar pero que ejercen la “bobbiana” forma negativa como instrumento cotidiano, cuando la discriminación de verdad atenta contra sus propios poderes e intereses.

Identidad y discriminación

Vale la pena también volver brevemente a la cuestión de la identidad, pensamiento tan útil en los dorados años ’60. La “identidad” es un concepto muy usado en la lógica, la filosofía, la psicología, que designa el carácter de todo aquello que permanece único e idéntico a sí mismo, pese a que tenga diferentes apariencias o pueda ser percibido de distinta forma.

Lo idéntico se contrapone a lo distinto y siempre supone un rasgo de permanencia e invariabilidad. Desde Parménides hasta Heráclito, por tomar algunos filósofos, trabajaron esta idea de identidad en su vínculo con la variabilidad del ser.

La identidad tiene un carácter universalizador y disciplinario que exhibe la aceptación de los individuos a valores, sean éticos o morales o soportes referenciales, para preservar determinado orden como también para ayudar a orientar nuestra memoria, constituyendo una ideología que permita proyectar acciones futuras, responsables y creativas. En este sentido, la función de la ideología, al decir de Paul Ricoeur, es la de servir como posta a la memoria colectiva, con el fin de que el valor inaugural de los acontecimientos fundadores se convierta en objeto de la creencia de todo el grupo. La identidad nos constituye y nos diferencia de los otros. Y es la propia identidad la que limita, clasifica y segrega. La diferencia –sostiene Lacan– la debemos pensar no como una afirmación ontológica, sino como una variación sobre el mismo sustrato humano. El “otro” es lo distinto, pero también es lo amenazador, lo que debe permanecer en el sitio que el “poder” le asigna. Otras razas, otro género, otras opciones sexuales, otras maneras de mirar el mundo. Cuando la otra identidad parece amenazadora, discriminar (la negativa, por supuesto) implica la incapacidad de aceptar las formas de ser de otras personas y la imposibilidad de respetar las culturas, siendo esta actitud de discriminación la que puede derivar en genocidio. Bajo un sistema de representación, lo que recubre y encubre al eje de la diferenciación es una “distinción” que se basa únicamente en prácticas discriminatorias concretas y articuladas por clases sociales y políticas. Por eso, si raza, etnia, clase y género son construcciones sociales centrales para la identificación de la propia identidad y su diferencia con otras, la cultura es el resultado de la forma en que se interpreta esa diferencia, siendo lo peligroso y lo que está en juego la situación de cómo se asume al otro, al diferente, al supuestamente distinto, al que tiene una piel extraña, al que es más gordo o más desgarbado, para ahí derivar a otro tipo de diferencias, las sexuales, las de religión, o las políticas. Por eso la combinación de identidad y poder en la cultura, si no es transmitida con amplitud espiritual y de criterio, puede derivar en un juego letal que conduzca al genocidio.

Discriminación, memoria y educación

El rabino Marshall T. Meyer, en un acto organizado por el Movimiento Judío por los Derechos Humanos en la Plaza de la República en el año 1984, sostenía que “hemos decidido recurrir a nuestros recuerdos, porque como argentinos judíos creemos que la memoria colectiva del pueblo judío puede encerrar una enseñanza inestimable para la Argentina toda, una acción que puede ser aprendida, que debe ser aprendida. Nadie puede vivir en libertad o seguridad o comodidad mientras a su semejante les son prohibidos esos privilegios”. Estas palabras sirven para comprender cómo la memoria permite que las raíces de la discriminación tengan un profundo sentido en la práctica real y no la conceptual, ya que prejuicios arraigados en nuestra sociedad provienen de la falta de una modificación social, que desde la particularidad judía se sostiene como valor de cambio a través de la tradición profética y rabínica. Y en toda memoria colectiva existe un acto de denuncia.

En este sentido la propia Biblia propone una dialéctica esencial, en donde sus fronteras son, precisamente, por un lado el acto de recordar y por otro lado su opuesto, que no es la amnesia, sino la acción de no olvidar. El “recuerdo” como práctica activa y el “no olvidar” como actitud pasiva. La pedagogía bíblica, como ejercicio de transmisión, nos asigna una misión abarcativa que indica que no se puede vivir todo el tiempo recordando, pero a su vez resulta obsceno ejercitar el olvido. El profesor Jaim Iosef Yerushalmi, en su célebre libro Zakhor, realiza un desarrollo magistral sobre este tópico. Como dato ilustrativo, nos cuenta Yerushalmi que la palabra “zajor” (recordar, memorizar, rememorar), en todas sus variantes hebreas, aparece 273 veces en la Biblia hebrea. El uso reiterado de este concepto da cuenta de la insistencia simbólica del mensaje. A su vez, el otro de los ejes centrales de la Biblia está enraizado en la práctica de la denuncia como actividad permanente, en oposición al sometimiento del ser humano al conformismo mediocre y al autoritarismo ejercido por ciertos poderosos de la historia, quienes a través del autoritario mecanismo de la corrupción y la instrumentación del prejuicio obstruyeron la capacidad del pueblo de escandalizarse. Fue la palabra de los profetas –desde el ejemplar enfrentamiento de Moisés con el faraón hasta la acusación de Jeremías al poder terrenal, y desde la tensión ejercida por Samuel ante el rey hasta el grito de incomodidad de Amos frente a la opulenta obscenidad material de su época– la que impregnó el desafío de responsabilidad en períodos de decadencia y en tiempos de crisis para que se ejerza la dignidad entre los individuos.

En este sentido, soy un convencido de que la insistencia en una pedagogía del recuerdo, en este cruce de la particularidad de lo argentino y lo judío como también en general de cada colectividad, siendo ésta parte de una enseñanza oficial sobre el origen y el aporte de los de las diversas inmigraciones a este país, colaboraría de manera extraordinaria a la superación de paradigmas discriminatorios que tanto daño provocan. Unido a esto, el tema de la Shoá debería ser uno de los puntos significativos, ya que la dimensión que este acontecimiento tuvo en la conciencia universal, sumado al tema la versión del nazismo nacional y sus implicancias en los aciagos días de la dictadura militar, debería ocupar un lugar importante en ese espacio curricular, como ya lo desarrolló el Ministerio de Educación.

Se me ocurre que “un plan general de la memoria lejana y cercana” permitiría en un presente desarrollar la energía social para que la denuncia individual y colectiva pueda tener eco en la propia sociedad de modo tal que los vulnerados por los profundos prejuicios puedan ocupar el lugar comunitario que les corresponde.

Rabino Daniel Goldman. Comunidad Bet-El

Fuente: Diario Página/12

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